Evgenia Ginzburg


 


Evgenia Solomónovna Ginzburg (Евгения Соломоновна Гинзбург) nació en 1906 en Moscú, hija de un farmacéutico judío. A los tres años su familia se trasladó a Kazán. En 1920 se matriculó en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Kazán.

En 1925 se casó con un médico, Dmitri Fedorov, con quien tuvo un hijo, Alexei Fedorov, que moriría en 1941, durante el asedio de Leningrado. 

En 1930 se casó en segundas nupcias con Pavel Aksenov, lider del partido local y miembro de Comité Ejecutivo Central de la URSS. Tuvieron un hijo, Alexei, que llegaría a ser un conocido escritor.

En 1934 Evgenia Ginzburg sería nombrada inicialmente profesora ayudante de Literatura e Historia del Partido Comunista y poco después Directora del nuevo Departamento de la Historia del Leninismo. Como miembro del PCUS se consagró con fervor a la militancia en el partido y defendió con vehemencia su línea política.

Tras el asesinato de Serguéi Kírov en diciembre de 1934, Ginzburg, como otros muchos comunistas, fue acusada de participar en un "grupo trotskista contrarrevolucionario" pretendidamente surgido desde el consejo editorial del periódico Krásnaya Tatáriya en el que ella trabajaba. 

La ‘Gran Purga’ (Большая чистка), más comúnmente conocida en Rusia como ‘Era de Yezhov’ (ежовщина) fue el nombre dado a la serie de campañas de represión y persecución políticas llevadas a cabo en la Unión Soviética en el final de la década de 1930. Cientos de miles de miembros del  Partido Comunista Soviético, socialistas, anarquistas y opositores fueron perseguidos o vigilados por la policía; además, se llevaron a cabo juicios públicos, se enviaron a cientos de miles a campos de concentración (gulags)  y otros cientos de miles fueron ejecutados.

La campaña de represión desatada en la Unión Soviética fue crucial para consolidar en el poder a Iósif Stalin. Si bien los soviéticos justificaron posteriormente esta cruenta medida, argumentando que se limpió el camino de elementos "saboteadores" o disidentes para la futura guerra con la Alemania nazi, una gran cantidad de las víctimas eran miembros del Partido Comunista y líderes de las Fuerzas Armadas. Otros sectores de la sociedad que sufrieron la persecución fueron los profesionales, los kuláks (campesinos burgueses) y las minorías, que fueron vistas como una potencial "quinta columna". "Las acusaciones del fiscal, que llenaron largas columnas de los periódicos, después del asesinato de Kirov, producían escalofríos, pero no había duda. Parecía absurdo, increíble, pero lo afirmaba Pravda y, por tanto, no podíamos dudarlo. Pero el proceso comenzó a extenderse en círculos concéntricos, como las ondas de una charca de agua donde ha caído una piedra". La gran mayoría de estas detenciones fueron llevadas a cabo por el Comisariado del Pueblo para asuntos internos, también conocido como el NKVD.

En 1935 Evgenia Ginzburg fue destituida de su cargo y obligada a abandonar la Universidad de Kazán. A sus 31 años, a Evgenia se le abre la tierra bajo los pies, cae literalmente en los infiernos. El 8 de febrero de 1937, en el contexto de la ‘Gran Purga’, fue expulsada del Partido Comunista y una semana después fue arrestada acusada de participar en actividades contrarrevolucionarias y de haber "jugado a dos bandas”. 

Las principales víctimas fueron comunistas, militantes convencidos que en un momento dado de su trayectoria política habían coincidido con las plataformas de Trotsky, Zinóviev, Bujarin o la Oposición. Puesto  que escribía en el periódico Krásnaya Tatáriya, Evgenia conocía a uno de los calificados como opositores, al profesor Elvov, que había ido a parar a Kazán, como profesor en los Institutos Superiores, y quien había escrito la historia del partido comunista bolchevique, en cuatro volúmenes, editada por Emeljan laroslavskij. En el ensayo sobre 1905, escrito por Elvov para esa publicación, habían aparecido errores a propósito de la teoría de la "revolución permanente". Toda la obra, y en particular el ensayo de Elvov, fueron criticados por Stalin en su conocida carta dirigida a la redacción de la revista 'Revolución proletaria'. Los errores fueron calificados de "contrabando de ideas trotskistas en el momento del asesinato de Kirov, y con este historial, Elvov, "el profesor de los cabellos rojos", desapareció, y Evgenia fue acusada de “trotskista”, por no haber denunciado los errores en el texto del libro de Elvov.

Desde el momento en que fue arrestada, negó las acusaciones y jamás reconoció haber participado en ninguna organización contrarrevolucionaria trotskista. Sus padres también fueron arrestados y posteriormente puestos en libertad tras dos meses de detención. Asimismo, su marido fue arrestado.

El 1º de agosto de 1937, el Colegio Miltar de la Corte Suprema de la Unión Soviética, reunido en Moscú, acusó a Evgenia Ginzburg de terrorismo y la sentenció a 10 años de reclusión en celda de aislamiento, con pérdida de sus derechos civiles durante 5 años más y con confiscación de todas sus peretenencias. La sentencia fue declarada firme, sin posibilidad de apelación, además de empezarse a aplicar en las siguientes 24 horas. Ella llegó a escribir en una carta al Presidente del Presidium del Sóviet Supremo de la Unión Soviética que todo su proceso judicial "duró siete minutos" incluyendo su interrogatorio y la lectura de la sentencia.

En su autobiografía, Ginzburg decía que sintió un "gran alivio" tras escuchar el veredicto, porque tenía miedo a ser condenada a muerte.

Eugenia pudo experimentar en primera persona las infames condiciones de las prisiones de Lefortovo y Butyrka en Moscú. Durante un mes cruzó la URSS en un vagón para transporte de animales con otros 77 prisioneros en un tren hacia Vladivostok. Posteriormente fue trasladada en un carguero de vapor hasta Magadán, donde trabajó en un campo de trabajo cuyo objeto era dar asistencia sanitaria. En 1939 fue enviada a los duros campos de trabajo en en el valle de Kolymá donde se le asignó la realización de "trabajos comunes" con temperaturas de hasta - 40º C, que fueron quebrantando su salud hasta llegar a unas condiciones extremas. El doctor Antón Walter fue quien posiblemente le salvó la vida al recomendarla para un puesto en enfermería. Walter era un médico de Crimea, de fe católica, que había sido deportado al campo de trabajo por sus orígenes germanos. Eugenia y Anton Walter finalmente contrajeron matrimonio. La pareja adoptó a una niña del orfanato, Antonina, que años después se convertiría en la actriz Antonina Pavlovna Aksenova.

En febrero de 1949, Evgenia Ginzburg fue trasladada Magadán durante permaneció 5 años más. Encontró trabajo en un jardín de infancia y empezó a escribir sus memorias en secreto. Su hijo Vasili Aksenov, tras once años de separación, pudo finalmente reunirse con ella. En aquel encuentro, Evgenia le comunicó a su hijo que había escrito en unas condiciones infrahumanas, una serie de capítulos testimoniales al que le dio como título de ‘El vértigo’.  Evgenia era consciente de que, sin la verdad sobre el pasado, nada -ni siquiera la esperanza, es decir algo que ella no había perdido- sería factible en el futuro. En este sentido, de intrépida e irreductible esperanza, deben entenderse las palabras con las que cerrará un segundo volumen que tomó como titulo, ‘El cielo de Siberia:’ "Y sin embargo quiero creer que, si ni yo ni mi hijo vivimos lo bastante para ello, al menos mi nieto podrá ver algún día el texto íntegro de este libro publicado en nuestro país". Aunque murió sin poderlo ver legalmente, pero si en diversas ediciones clandestinas, en aquellos papeles mecanografiados cosidos a mano, los ‘samizdat’ (самиздат) que corrían de mano en mano.

Tras la muerte de Stalin en 1953 y habiendo realizado recursos a varias autoridades para que su caso fuera reconsiderado, fue puesta en libertad el 25 de junio de 1955 y se le permitió volver a Moscú. Tras su regreso a Moscú trabajó como periodista y continuó redactando sus memorias llamadas "Krutói marshrut" (Крутой маршрут - Duro viaje), obra publicada en castellano bajo el título de ‘El Vértigo’.

A partir de 1959 comenzó a corregir y ampliar los textos escritos en los campos. Cuando se difundieron por el país a través de la vía clandestina suscitaron una gran sensación, por su veracidad, equilibrio y talento narrativo. El manuscrito llegó a Occidente, concretamente al avispado editor italiano Mondadori que buscaba su propio ‘Doctor Zhivago’ y a Possev en Frankfurt. Por los azares propios de la difusión clandestina fragmentaron en dos partes el relato, lo que obliga al segundo a efectuar una apretada síntesis (35 páginas) del primero. La obra causó una enorme conmoción, y ofrecía una perspectiva revolucionaria ya que Evgenia persistía en llamarse comunista, exponiendo hechos vividos desde una profunda óptica antiestaliniana, claramente expresada en la cita del poema de Evtusenko ‘Los herederos de Stalin’, que precede a ‘El vértigo’: Y yo dirijo/ a vuestro gobierno/ esta súplica:/ dóblese/ triplíquese/ la guardia de su tumba.

La escritora registró en su mente cada instante de su cautiverio, consciente de que una vez libre debía contar al mundo la odisea de hambre, frío, enfermedad y terror que padeció durante 18 años, y ofreció un testimonio vivo que se pone de manifiesto ya en las primeras páginas, en las que late el más amplio aliento de la realidad de los hechos; son el reflejo de una personalidad en extremo humana e íntegra, femeninamente instintiva y a la vez capaz de una severa coherencia. En su viaje al infierno durante dos décadas, Evgenia pasará por todos los recovecos del infierno estaliniano, y asimismo en sus vicisitudes interiores, desde el reconocimiento "experimental" de un providencial Bien Supremo que le devuelve la ilusión de vivir gracias a la amorosa amistad con el que habría de convertirse en su tercer marido, Anton Walter.

El testimonio de Evgenia refleja la vergüenza y el sentimiento de culpa que padeció al darse cuenta de que ella, militante del partido comunista, había contribuido a crear un estado de aniquilamiento del individuo. En prisión, aprendió rápidamente, dándose cuenta enseguida de que no estaba sufriendo una injusticia aberrante del sistema, sino que esa profunda injusticia era la naturaleza del sistema mismo. Empezó a aceptar su propio sufrimiento como un castigo necesario por haber sido en otro momento una ardiente cómplice de un régimen tan monstruoso, y su propio viaje a la prisión se convirtió en un camino hacia la contrición moral y la redención espiritual, un camino muy empinado hacia un nivel superior de entendimiento.

Evgenia Ginzburg falleció de cáncer a la edad de 72 años en Moscú.




MAG/07.02.2016/04.02.2022

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