Friedrich Wilhelm Nietzsche y Richard Wagner

 


La relación de amor/odio de Friedrich Wilhelm Nietzsche con el compositor Richard Wagner constituye uno de los aspectos más destacados de la vida del filósofo. 

El 8 de Noviembre de 1868, Nietzsche recibe una invitación a una reunión en casa del catedrático Brockhause en Leipzig, cuya esposa, Ottilie Brockhause, es la hermana del compositor Richard Wagner. Ottilie admira a Nietzsche y sabe que es un apasionado de la música. Su hermano, Richard Wagner, quiere conocerlo. Wagner cursa una invitación a Nietzsche para que lo visite en su casa, ubicada en Tribschen, un lugar próximo a Lucerna. 




Poco después, y gracias a su maestro Friedrich Wilhelm Ritschl, Nietzsche, que para ese entonces cuenta con 24 años, recibe una oferta extraordinaria de la Universidad de Basilea para ejercer como profesor de Filología clásica antes de licenciarse, siendo así el profesor más joven de la Universidad. En abril de 1869 parte hacia esa ciudad y renuncia a su ciudadanía alemana, manteniéndose durante el resto de su vida oficialmente sin nacionalidad alguna. Nietzsche aprovecha su estancia en Basilea para visitar a Wagner en Tribschen sin previo aviso, respondiendo a la invitación que le había hecho. Nietzsche queda deslumbrado por la personalidad de Wagner. Le parece un hombre afable e ingenioso, principalmente cuando mantienen una conversación sobre Schopenhauer, quien, según afirma Wagner, es el único que reconoce el importante lugar que ocupa la música entre las artes.

En ese encuentro, Wagner tiene 56 años y convive con Cosima (que tiene la misma edad que Nietzsche, 24 años) y es hija de su amigo Franz Liszt. Cosima todavía está casada con Hans von Bülow, conocido director, admirador de la obra de Wagner. 

Durante su estancia en la década de 1870 en Basilea, Nietzsche, excelente pianista, es invitado con frecuencia a la casa de los Wagner en Tribschen. Éstos lo introdujeron en su círculo más íntimo y le agradecieron la atención que Nietzsche prestó al proyecto del Festival de Bayreuth, que Wagner concibió y promovió para mostrar sus propias obras, comenzando por la ópera épica “El anillo de los Nibelungos”, donde la descripción de la lucha de la naturaleza y la libertad contra el poder asociado a la civilización y la ley, se identificaba tanto con el espíritu de Nietzsche. Nietzsche cree en el proyecto wagneriano de renovación cultural y lo apoya en su planeado festival en Bayreuth, mientras Wagner confía en el talento de Nietzsche para promover su proyecto teatral, y en este sentido no se equivoca porque Nietzsche publica su “Consideración intempestiva”, titulada “Richard Wagner en Bayreuth” donde analiza la relevancia de su proyecto. Nietzsche fue invitado la colocación de la piedra fundamental del gran teatro operístico que Wagner hace construir en Bayreuth.

En 1870 Friedrich Nietzsche regaló a Cósima Wagner por su cumpleaños el manuscrito de la primera versión de “El origen de la tragedia en el espíritu de la música”, inspirado en el pensamiento de Schopenhauer y bajo el influjo de las ideas de Wagner, en quien descubrió el prototipo del artista trágico destinado a renovar la cultura contemporánea. En este su primer trabajo, Nietzsche siguió un preciso método filológico novedoso, que no fue bien recibido entre sus colegas filólogos, incluido su profesor Ritschl. Wagner salió públicamente en defensa de Nietzsche. 

Nietzsche proponía la música de Wagner como el renacer dionisíaco de la cultura europea en oposición al racionalismo decadente apolíneo. “Dejé que aquel genio enérgico y tenebroso comenzase a actuar sobre mí. En cada página la renuncia, el rechazo, la resignación elevaban la voz: tenía ante mí un espejo en el cual contemplé … el mundo, la vida y mi ánimo mismo. Allí, semejante al sol, estaba fijo en mí el gran ojo del arte, separado de todo; allí veía yo enfermedad y curación, exilio y refugio, infierno y paraíso”. Siguiendo las huellas de Schopenhauer, Nietzsche piensa que la vida es un irrealidad vieja y cruel, dolor y destrucción. El arte es lo único que puede ofrecer al individuo la fuerza y la capacidad necesaria para afrontar el dolor de la vida.

Wagner escribía en Arte y Revolución: “Si llega un tiempo en que la Sociedad humana consigue un ideal bello y noble, ideal que no se conseguirá solo por la eficacia de nuestro Arte, pero al que podemos aspirar y debemos alcanzar además mediante las grandes revoluciones sociales, inevitables e inminentes —entonces las representaciones teatrales serán las primeras actividades colectivas en las que desaparecerán absolutamente las ideas de Dinero y Usura”. 

Nietzsche, por su parte, afirmaría en su ensayo “Richard Wagner en Bayreuth”: “Mirando pasar en las ciudades populosas a los millares con la expresión del embotamiento o de la prisa febril, me digo una y otra vez: ¡qué a disgusto se sentirán! Para todos estos hombres el arte solo existe para atenuar su malestar: para que vuelvan aún más embotados y absurdos, o aún más apresurados y codiciosos. Pues el sentir no justo los domina y adiestra sin cesar y no tolera que admitan ante sí mismos su miseria. Así que llaman felicidad a lo que es su calamidad (…). Había pues una misión que cumplir, sacar a la multitud de ese pozo de codicia, enseñarles la altura de los astros. Y ahora hombres del presente, preguntaros si esto ha sido compuesto para vosotros. ¿Tenéis el valor suficiente para señalar los astros de este firmamento de belleza y bondad y decir: ‘Es nuestra vida la que Wagner ha elevado hacia las alturas estelares?’”

En 1876 el Festival de Bayreuth, al que Nietzsche fue invitado por Wagner, se convirtió en todo un acontecimiento sociocultural: asistieron Jefes de Estado como el Kaiser Guillermo I de Alemania y Pedro II de Brasil, miembros de la nobleza y grandes compositores como Anton Bruckner, Edvard Grieg, Piotr Chaikovski, Camille Saint-Saëns y Franz Listz. En esta ocasión, Nietzsche, olvidando su interés inicial por el Festival, manifiesta la repulsión que le produjeron la banalidad de los actos y la vileza del público. Nietzsche se decepcionaba porque los festivales de Bayreuth no fueran la piedra de un peldaño que salvara a la humanidad de tanta materia, de tanta muerte y tanta alienación.

Wagner y Nietzsche tienen un profundo desencuentro debido al interés de éste por la obra de Brahms, Triumphlied, que realiza en ocasión de la victoria prusiana en la guerra entre Prusia y Francia, cuyo contenido musical gira en torno a la idea de justicia y que Wagner critica displicente; aunque este tema no es lo único que separa a ambos, porque también tienen divergencias sobre la interpretación de la guerra y las expectativas sobre el desarrollo ulterior, que para Wagner consistía en la sumisión al nuevo Imperio alemán. Además, Nietzsche se da cuenta de que Wagner se ha aburguesado y que la diferencia de edad entre ellos se empieza a notar.

Después del Festival de Bayreuth de agosto de 1876, Nietzsche había dejado de creer en la posibilidad de una regeneración de la cultura alemana a través de los ideales culturales wagnerianos. Por otra parte los Wagner, decepcionados por los resultados del Festival, se reponen en el Hotel Victoria de Sorrento. En otoño de 1876, Nietzsche viaja a Sorrento invitado por su amiga, la aristócrata Malwida von Meysenburg. Con la salud muy debilitada a causa de sus recurrentes migrañas, que pronto le obligarán a abandonar definitivamente la docencia universitaria, este primer gran viaje al Sur coincide con un punto de inflexión decisivo tanto en su vida personal como en su trayectoria filosófica. La cátedra de Filología clásica, que obtuvo tan joven, se le presenta ahora como una pesada losa que impide el despliegue de su verdadera vocación intelectual. Y la frustrante experiencia de Bayreuth le convence de su error al haber adoptado el papel de propagandista wagneriano. Nuevas amistades como la del pensador positivista Paul Rée estimulan el cambio de rumbo de sus ideas. En Sorrento tendrá su último encuentro personal con Richard Wagner antes de la ruptura final.

Dos cosas fundamentales son las que ahora desagradan profundamente a Nietzsche de Wagner, las advertencias que le hace sobre la condición de judío de su amigo Paul Rée y el esbozo que el compositor le hace a él de su ópera Parsifal, por no estar de acuerdo con el giro cristiano que toma Wagner en ese trabajo, que concebía más como un auto litúrgico para el Viernes Santo como una ópera, lo que ofendió profundamente la sensibilidad de Nietzsche. Aunque la gigantesca obra no sería estrenada hasta 1882, ya en 1878 brecha entre los dos sería ineludible y definitiva.

El final de su relación con Wagner se sintetiza en una nota que el compositor le envía en un ejemplar del Parsifal dedicado a él, mientras al mismo tiempo Nietzsche le remite a su vez su libro “Humano, demasiado humano” que aclara de algún modo las cosas. Un libro de aforismos sobre múltiples temas, desde la metafísica hasta la moralidad y de la religión al sexo, en el que la distancia de Nietzsche respecto a la filosofía de Wagner y Schopenhauer fue evidente. 

Hacia finales de 1888, los escritos y cartas de Nietzsche empezaron a revelar una sobreestimación patológica de su estatus y destino. Empezaba a escribir a sus amigos diciendo: “El curioso peligro de este verano se llama, para mí, locura”. O, “Exijo tanto de mí, que me muestro desagradecido con lo mejor que ya he hecho, y si no voy tan lejos que consiga que milenios enteros hagan sus mejores votos en mi nombre, no habré alcanzado nada ante mis ojos”. Ya comenzaba a ser Zaratustra: “Quiero forzar a los hombres a tomar decisiones determinantes para el futuro entero de la humanidad”. Ese futuro debía ser romper las antiguas tablas. Las tablas de la moral, de la compasión, de las religiones, de los sacerdotes, del amor y el matrimonio, de la muerte. Habría que superar al Hombre y sus pesares, al Hombre y sus obligaciones, y llevarlo a su esencia, la creación. Por la creación, Nietzsche fue Nietzsche, y a la vez, Zaratustra. 

El 3 de enero de 1889 Nietzsche sufrió un colapso mental. Ese día fue detenido tras, al parecer, haber provocado algún tipo de desorden público, por las calles de Turín. La versión más extendida sobre lo sucedido dice que Nietzsche caminaba por la Piazza Carlo Alberto, cuando un repentino alboroto que causó un cochero al castigar a su caballo llamó su atención. Nietzsche corrió hacia él y lanzó sus brazos rodeando el cuello del caballo para protegerlo, desvaneciéndose acto seguido contra el suelo. En los días siguientes, escribió breves cartas para algunos amigos, incluida Cosima Wagner, en las que mostraba signos de demencia y megalomanía. Fue internado en un sanatorio psiquiátrico de Basilea donde permaneció once años hasta su fallecimiento. 

Aunque distanciado de Wagner, su influjo jamás desapareció del todo, porque Nietzsche también fue Wagner, hasta el punto de que antes de que lo internaran, pidió prestado el piano de la pensión en la que se alojaba y jugó a ser Wagner, como en aquellos tiempos de Tribschen. 

MAG/28.10.17/17.02.2022












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